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21 de abril de 2012

El origen del perro.


A pesar de que el origen del perro ha sido objeto de numerosas investigaciones, todavía nos quedan muchas preguntas por responder acerca de la historia del que sin duda es el animal doméstico por excelencia. En este artículo intentaremos dar respuesta a tres de estas preguntas:

  • de qué animal salvaje procede el perro
  • cuándo tuvo lugar el proceso de domesticación, y
  • de qué forma la domesticación ha cambiado el comportamiento del perro en comparación con el de su antepasado salvaje.

Las aproximadamente 400 razas de perros muestran una enorme diversidad de formas y tamaños, hasta el punto de que el perro doméstico es el mamífero más diverso de cuantos existen. No es de extrañar, por lo tanto, que muchos científicos pensaran que el perro procede de más de una especie de cánido salvaje. Así, por ejemplo, Konrad Lorenz –uno de los científicos que recibió en Premio Nobel de Medicina y Fisiología por sus estudios sobre el comportamiento de los animales- propuso que algunas razas de perro, entre ellas las nórdicas, procedían del lobo y otras, la mayoría, del chacal. Los estudios genéticos, sin embargo, han demostrado que todas las razas de perro sin excepción proceden de un único antepasado salvaje: el lobo. En realidad, el lobo y el perro son tan similares que algunos autores han sugerido que deberían considerarse la misma especie.
Hasta hace poco tiempo se pensaba que la domesticación del perro tuvo lugar hace unos 14.000 años. Esta suposición se basaba en que los restos más antiguos de perros que se habían encontrado tenían, precisamente, esta antigüedad. Sin embargo, una serie de trabajos de genética molecular realizados a finales del siglo pasado llevaron a algunos científicos a sugerir que el perro tenía en realidad un origen mucho más antiguo, que se remontaba a 135.000 años atrás. Más recientemente, este dato se ha revisado y –aunque los científicos no han llegado a un acuerdo unánime sobre este punto- se considera que una antigüedad de entre 30 y 40.000 años es más plausible. Resulta especialmente interesante que en febrero de 2009 se publicara un artículo científico en el que se afirmaba que unos restos óseos muy antiguos que siempre se había creído que eran de lobo eran, en realidad, de perro. Dichos restos tienen, precisamente, una antigüedad de poco más de 30.000 años. Sea como fuere, de lo que no parece haber ninguna duda es de que el perro es el animal doméstico más antiguo: ningún otro animal nos ha acompañado durante tanto tiempo.
A pesar de que el perro y el lobo comparten muchas características, no cabe ninguna duda de que también son muy diferentes. Según parece, a lo largo del proceso de domesticación los seres humanos han seleccionado –de forma consciente o no- aquellos individuos que mostraban una serie de rasgos de conducta propios de los animales jóvenes, tales como la docilidad, la capacidad de adaptarse fácilmente a nuevos ambientes y la tendencia a jugar, entre otros. El resultado de este proceso es que el perro doméstico adulto muestra un comportamiento similar al de un lobo, pero no al de un lobo adulto, sino al de un lobo joven. Este fenómeno se conoce técnicamente como neotenia y se define como la retención de caracteres juveniles en la edad adulta. Muchas de las diferencias de comportamiento entre el perro y el lobo son consecuencia de la neotenia. Además, existen algunas evidencias que indican que las diferentes razas de perros difieren en su grado de neotenia, de modo que algunas tendrían un comportamiento más "infantil" que otras. Así, por ejemplo, las razas nórdicas estarían entre las menos neoténicas y, por lo tanto, su comportamiento sería más parecido al de un lobo adulto que el de la mayoría de razas de perros.
Lo que resulta tal vez más fascinante es que la evolución del ser humano ha resultado también en un proceso de neotenia en nuestra especie. Así pues, en cierto modo los seres humanos y los perros compartimos no sólo varias decenas de miles de años de convivencia, sino también algunos rasgos biológicos.
Artículo de la Fundación Affinity en colaboración con la Universidad Autónoma de Barcelona.

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